Es war
ihr eine Lust, ihre weißen Hände
in das dampfende Blut der zum Opfer geschlachteten
Pferde zu tauchen; sie zerbiß in ihrer
Wildheit den Hals des schwarzen Hahns, den
der Opferpriester schlachten sollte, und
zu ihrem Pflegevater sagte sie in vollem
Ernste:»Käme dein Feind, schlänge
ein Seil um die Balken unseres Daches und
höbe es von der Kammer, in der du schliefest,
ich würde dich nicht wecken, ob ich
es auch könnte. Ich würde es nicht
hören, so saust mir noch immer das
Blut im Ohr, auf das du mir vor Jahren eine
Ohrfeige gabst, du! Ich vergesse nicht.«
Aber der Wiking achtete ihrer Worte nicht,
er war, ebenso wie alle anderen, von ihrer
Schönheit betört, wußte
auch nichts davon, wie Klein-Helga Gestalt
und Sinn bei Tag und Nacht wechselte. Ohne
Sattel saß sie wie festgewachsen auf
dem Pferde, das in wildem Lauf daherjagte,
sprang auch nicht ab, wenn es sich mit den
anderen bösartigen Pferden herumbiß.
Oft warf sie sich mit allen Kleidern vom
Abhange herab in des Fjordes starken Strom
und schwamm dem Wiking entgegen, wenn sein
Boot dem Lande zusteuerte. Von ihrem herrlichen
langen Haar schnitt sie die längste
Locke ab und flocht daraus eine Sehne für
ihren Bogen: »Selbstgetan, wohlgetan!«
sagte sie.
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Su mayor
placer era bañar las blancas manos
en la sangre humeante del caballo sacrificado.
En sus accesos de furor mordía el
cuello del gallo negro que el sacerdote
sacrificador se disponía a inmolar,
y a su padre adoptivo le decía muy
en serio: -Si viniese tu enemigo y atase
una soga a las vigas de nuestro tejado,
y lo levantase justamente encima de la habitación
donde duermes, yo no te despertaría
aunque pudiera hacerlo. No oiría
nada, pues aún zumba en mi oído
la sangre desde aquel día en que
me pegaste una bofetada. ¡Tengo buena
memoria! Pero el vikingo no prestaba crédito
a sus palabras; como todos los demás
estaba trastornado por su hermosura, y tampoco
conocía la transformación
interior y exterior que la pequeña
Helga sufría todos los días.
Montaba a caballo sin silla, como formando
una sola pieza con su montura, y partía
al galope tendido. No se apeaba cuando el
animal se batía con otros de igual
fiereza. Completamente vestida se arrojaba
a la violenta corriente de la bahía
y salía nadando al encuentro del
vikingo, cuando el barco de éste
avanzaba hacia la orilla. De su largo y
hermoso cabello se cortó el rizo
más largo, para trenzar con él
una cuerda de arco. -Lo mejor es lo que
se hace uno mismo -decía. |